Todo se lo debo a mis padres.
No, no estoy agradeciendo un premio, es la afirmación de un hecho innegable. Gracias a su interés por la lectura en casa siempre hubo un mueble reservado para biblioteca que cada año se hacía más grande para albergar más volúmenes y no, no tomaban polvo porque solían ser revisitados, además ningún libro terminaba en la biblioteca sin que previamente fuera leído por los dos.
Y lo más importante era una biblioteca abierta para mí y más tarde para los hermanos que me siguieron, solo había dos consignas: no romperlos y devolverlos a su sitio después de cada lectura aunque no lo hubiéramos terminado.
Con ello conseguían dos cosas: que fuéramos ordenados y que quisiéramos a los libros, cumpliendo eso todos los libros estaban a disposición.
A los nueve años recibí mi primer libro propio, mejor debería decir libros ya que era una colección que trataba diferentes temas, geografía, historia, naturaleza, etc pero mi preferido era uno de Mitología Griega. No se cuantas veces releí aquel libro fascinado con las leyendas de Aquiles, Heracles, Jasón y otros seres embarcados en cientos de aventuras.
Desde allí mi sed de aventuras se despertó y leí a Salgari, Verne, London, Conan Doyle incluso aquellas pequeñas novelas de bolsillo de Marcial Lafuente Estefanía ambientadas en el oeste americano.
A los once años tuve lo que podríamos llamar mi entrada en un mundo nuevo, mis padres compraron una colección de literatura universal de Editorial Vergara (adquirida por Ediciones B en 1997) y entre sus títulos estaba la Ilíada y la Odisea. Abro el primero y leo: "Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos". Para mi fue suficiente trataba de uno de mis héroes griegos, ese sábado me lo leí de una sentada y no era un libro ni fácil ni corto para la edad que tenía. En días sucesivos lo releí más despacio, disfrutándolo, desenmarañando esa trama de héroes, dioses, semidioses y otros seres fantásticos.
Proseguí con el resto de la colección: Shakespeare, Becquer (Leyendas), Tolstoi (Guerra y paz, 2 tomos), entre otros.
Desde entonces el eterno amor con los libros se ha ido acentuando con el tiempo y leía y leo cuanto cae en mis manos, el noventa y cinco por ciento de las veces literatura, pero también filosofía, religión, política, obras de divulgación de diferentes temas, alguna autobiografía, historia, entre otros temas.
Hacer una lista de autores es algo tedioso e injusto en caso de olvidar a alguien porque todos de una forma u otra han influido en mí, en especial los poetas que fueron tan importantes que decidí comenzar a escribir poesía a los 15 años. Al principio fue difícil no ser influido por Lorca, Machado, Neruda, Martí, Dario, Shakespeare entre otros, pero poco a poco fui descubriendo mi camino, mi estilo.
Escribí poesía hasta los 35 años, entonces algo se rompió en mí y cuestioné todos los años de escritura y en un acto de ruptura total entregué más de cuarenta cuadernos al fuego.
Desde entonces trato de mantener alejada a Calíope (musa de la poesía en la mitología griega) y trato de acercarme más a Clío (musa de la historia) la más parecida que puede encontrar un escritor que trata de contar pequeñas historias a través de relatos, pero la primera aparece de vez en vez y he terminado por aceptarlo.
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